En el mundo de los negocios, la visión estratégica de un proyecto puede parecer inamovible, pero el camino para lograrla no lo es. Surgen obstáculos inesperados, los plazos se acortan, el presupuesto se tensa y, a nivel personal, el cansancio y la presión nos hacen dudar: ¿realmente vale la pena este esfuerzo?
En esos momentos críticos, el ruido de la oficina es abrumador. Las opiniones de los stakeholders, las proyecciones del mercado y las recomendaciones de los «gurús» se vuelven un eco constante que nos dice qué decisión tomar.
Pero como líder o profesional, tu fortaleza no reside en ese eco, sino en dos brújulas internas a las que puedes recurrir para tomar una decisión:
Antes de tomar una decisión, detente y haz una auditoría de tus propios logros. ¿Qué proyectos difíciles has sacado adelante? ¿Qué crisis de equipo gestionaste con éxito? ¿Qué obstáculo superaste en tu carrera que parecía imposible? Todas esas experiencias son activos irrefutables de tu capacidad, tu resiliencia y tu habilidad para innovar bajo presión. Son la prueba de que, como profesional, tienes los recursos para enfrentar lo que tienes delante.
Luego, silencia el ruido externo y reconéctate con el motor que te impulsa. Más allá de la meta trimestral, pregúntate: ¿Qué valores definen mi trabajo? ¿Qué impacto real quiero generar? ¿Qué principios son innegociables para mí y mi equipo? La respuesta no es una meta; es tu propósito. La decisión correcta no es la más fácil o la más popular, sino la que se alinea con la esencia del profesional que eres.
Te invito a hacer este ejercicio. La respuesta que surja de esta reflexión, validada por tu experiencia pasada y alineada con tus valores, será la correcta para ti y para tu equipo. Porque al final del día, el liderazgo más sólido es el que se construye desde una convicción interna, no desde las expectativas externas.
Ahora te pregunto: ¿Cuál fue el mayor obstáculo que superaste en tu carrera y qué te enseñó sobre tu capacidad de liderazgo?
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